lunes, 22 de agosto de 2011

¿De verdad querríamos democracia directa?

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Uno de los (pocos) mensajes que caló en la sociedad a raíz del movimiento 15-M fue la necesidad de una mayor participación ciudadana en el sistema político establecido. Entre otras propuestas, la oportunidad de establecer un sistema de democracia participativa era la hoja de ruta más atractiva y llamativa para aquellos sectores sociales que no comulgaban completamente con los postulados ideológicos de los acampados.

Luces entre las sombras son las que emergen en los rincones más nororientales de nuestras Españas; con la elección de varios ediles del Partit dels Pirates de Catalunya, los votos de los cuales, en los plenos municipales, habrán sido decididos mediante sufragio telemático previo entre sus simpatizantes. El sistema es justo, accesible, sencillo y transparente, tal y como nos vendieron en las utopías del 15-M.

Por otro, Solidaritat ha otorgado a sus militantes, vía telemática, la potestad para decidir si el partido debe o no presentarse a las elecciones generales del 20-N, o con quién. De momento, y salvo vuelco de última hora o pucherazo entre bastidores, la opción preferida es la de presentarse en coalición con el resto de partidos independentistas, y si no pudiera ser de esta manera, no debían presentarse.

Admiro sin limitaciones estas medidas, y ojalá se extendieran entre el resto de partidos políticos. Mientras tanto, vomitaremos nuestro voto en las urnas cada cuatro años, como borregos adiestrados para restar calladitos y obedientes. Esta mierda de democracia solo es comparable a la incultura que reina en nuestro país: ¿hemos de dar la última palabra a la ciudadanía, cuando ésta hace líder de audiencia a programas como Sálvame? ¿Podría pasar que el remedio fuera peor que la enfermedad, y que una democracia real y directa fuera intolerante con las minorías étnicas, lingüísticas y religiosas? ¿Seremos capaces de otorgarnos el poder real, cuando sabemos que no somos capaces de ostentarlo justamente?


Esta dicotomía entre democracia real y gobierno de los mejores es, sin duda, el reto más importante al que se enfrentará nuestra sociedad en las próximas décadas. Salvo que nos programen seis Barça-Madrid al año y nos anulen totalmente... Ah, no, calla! Si eso ya lo han hecho!

Cría Mous y te sacarán los ojos

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Tras la resaca del enésimo clásico de 2011, se hace patente, al menos en mi caso, el agotamiento sicológico que estos partidos tienen sobre la culerada. Ganamos, sí, pero siempre queda un regusto amargo en la victoria; en esto, Mourinho siempre gana. El portugués es el amargante más efectivo de la historia futbolística-gastronómica.

Aunque Mou, más que meter el dedo en la llaga, lo ha metido en el ojo de Tito Vilanova, un hombre que, de no ser por una falange ajena, solo lo conoceríamos en Can Barça. Aún tendría que darle las gracias a Mou por lanzarle al estrellato internacional…

“Ojo! – dice Pep – que como continuemos así, algún día nos haremos daño” Pero no se sabe si lo suyo era una amenaza, o más bien una súplica para acabar de una vez por todas con la violencia madridista. Sí, sí, eso es violencia, puesto que parece que en la capital confunden agresividad con el tortazo limpio, la acción fuerte con la guerra de Libia y la exageración con la violación del honor. Confundidos andan en la Casa Blanca, y desprestigiados están en el (resto del) mundo.

La tangana final es digna del recuerdo, y a la vez del olvido. Mirando atentamente las imágenes, se ve cómo, tras la (ida de) pinza de Marcelo, Mou se acerca a un Cesc retorcido por el dolor y hace el amago de pisarle. Y también se observa cómo, cuando se inicia la tangana, el sicópata Pepe le da una patada sin motivo aparente a Valdés, así, por la cara. Hay quién dirá que Villa también le dio lo suyo al ojo-saltarín de Özil, pero si vemos las imágenes solo se aprecia un empujón, previo pisotón del alemán (tal vez involuntario) a un Cesc aún en el suelo.

Luego, desde la caverna se justifican (excusatio non petita...) que Messi escupió a Mou, tras una patada a destiempo de Marcelo, aunque las imágenes muestren que el escupitajo de Lionel no se acerca ni a tres metros del portugués y ni tan solo iba en su dirección. Ese escupitajo, mezcla de saliva y bufido, es por la impotencia de ver acciones claramente criminales que quedan impunes.

También desde Madrid afirman que, tanto Pep como Vilanova, se acercaron al banquillo blanco y les dijeron que eran una banda. De hecho, dicen que Tito acompañó esta frase con un elocuente “hijos de puta” final. Suscribo totalmente las (infundadas) palabras de los entrenadores culés: el Madrid es una banda, pero una banda callejera, criminal, mafiosa, peligrosa y malvada. Si que a uno le llamen “banda” lo ofende de tal manera que puede dejar libre sus puños y piernas en pos de un frenesí agresor, es que lo de “banda” se le queda corto.

Por último, os pondré un ejemplo esclarecedor: si un hombre cualquiera me pega en la calle delante de un guardia, y yo caigo al suelo y me duelo exageradamente, ¿a quién detendrá el policía? Pues eso, que mucho ver la paja en el ojo ajeno, y no ver la viga en el propio. Tal vez, Mou quiso quitarle la pajita del ojo a Tito. O tal vez, Mou sea un topo del barcelonismo, o un submarino independentista, que en poco más de un año se ha cargado la "roja", la "rojita" y el señorío del Madrid.

¿Os acordáis que el Gobierno de España firmó un contrato de 30 millones de euros con el Madrid para que éste promocionara el turismo en nuestro país? Espero que Rajoy le recuerde a Zapatero este negocio tan provechoso para España...

Cría Mourinhos, que te sacarán los ojos.



lunes, 8 de agosto de 2011

Deutschland dominiert wieder

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Reconozco que llevo una temporada obcecado con Alemania. Es lógico que, en época de crisis, miremos más allá de nuestras fronteras en la búsqueda de un referente claro de cómo abordar y superar unos momentos económica y socialmente complicados. Pero el país más cercano en el que nos podemos comparar (emmillarar quedaría mejor) es, para mí, un mar de dudas y suspicacias.

No comprendo qué busca Alemania. No entiendo cómo un miembro preferente de la Unión Europea puede llevar a cabo políticas tan perjudiciales para con sus socios sudeuropeos, y más aún, qué pretende con tales políticas, más allá de su propio beneficio económico a corto plazo. ¿Qué gana Alemania con una Europa financieramente endeble, económicamente débil y con su prestigio bajo mínimos? ¿Qué obtiene Alemania de cargarse el euro y, quién sabe, obligar a los países sudeuropeos a crear una moneda diferente a la actual y mucho más inestable?

Si alguno tiene la oportunidad de leer las memorias de Winston Churchill, publicadas bajo el nombre de "La Segunda Guerra Mundial" y cuya redacción mereció para el Premier británico el premio Nobel de Literatura en 1953, gozará de una nueva perspectiva sobre la raza germánica. En estas memorias, Churchill repite una y otra vez "la necesidad de extirpar definitivamente a esa fuerza oscura teutona", "la bélica Prusia debe ser confinada, recluida y constantemente vigilada bajo un mandato internacional" o "Europa no florecerá en paz si se deja nuevamente renacer de sus cenizas a una derrotada Alemania".

Suya fue la idea de dividir a Alemania en cuatro zonas de ocupación (tres en un principio, puesto que no se contaba con la participación francesa), y que tales divisiones perduraran en el tiempo para impedir una unificación germana que volviera a incendiar Europa.

 ¿Una Europa sin Alemania?

Sin embargo, los acontecimientos posteriores a 1945 abocaron a una guerra de bloques entre los soviéticos y los occidentales, y cada área de influencia comenzó a tratar a sus zonas alemanas ocupadas no como enemigos sino como aliados. De aquí el plan Marschall, la unificación de las zonas inglesa, estadounidense y francesa en una sola Alemania Federal, la mítica frase kennedyniana "Ich bin ein Berliner"...

Alemania, bajo el paraguas protector de sus antiguos enemigos, volvía a renacer y en pocos años retomaba el liderazgo económico de Europa. Pero algo debió cambiar para que el antaño "peligro teutón" fuera aceptado con los brazos abiertos por naciones y países que, pocos años antes, habían sufrido el yugo alemán en sus propios territorios.

Tres fueron las contraprestaciones alemanas para su plena integración en el mundo occidental. La primera medida fueron los juicios de Nüremberg, un proceso inédito donde fueron condenados a muerte la gran mayoría de miembros destacados del gobierno y ejército nazi. El segundo, igualmente doloroso para el pueblo alemán, fue la renuncia perpetua a los territorios germanos perdidos después de la guerra; no cabría en el futuro ninguna reclamación territorial sobre Austria, Polonia, Prusia, el sur de Dinamarca, la Alsacia y la Lorena francesas, los sudetes checos, etcétera. Alemania perdía más del 30% de su ancestral patria, y para siempre.

El tercer punto es el que me produce mayor desasosiego. Mediante el esfuerzo propagandístico del propio gobierno alemán, y gracias a una muy eficaz campaña de reeducación, se pasó de 60 millones de alemanes, más o menos simpatizantes con el movimiento nazi, a una masa igualmente numerosa de germanos avergonzados y arrepentidos de su propio pasado. Se cambió la mentalidad de un pueblo entero y se plantó la semilla de la infamia en su propia historia. Y así hemos llegado hasta hoy.

Sorprende ver cómo actualmente cualquier referencia al período nazi en Alemania se ha convertido casi en un tabú. Pero no en el sentido que los aliados de entonces hubieran preferido; en vez de extirpar de la mentalidad alemana los fines últimos de conquista europea, se ha reeducado a la población para que abjuren de los métodos empleados por los nazis. Pero el objetivo último, ese mandato del destino que las grandes naciones conservan y hacen perdurar, continua intacto. Alemania, ahora como entonces, cree que debe liderar Europa. Cree, en definitiva, que son mejores que el resto de europeos. Y no se equivoque el lector, no acuso a los germanos de ser xenófobos o racistas. Es el subconsciente alemán el que marca esta tendencia, como el subconsciente catalán cree ser mejor que el resto de españoles.

Alemania no es una amenaza  militar para el resto de europa, claro está. Pero no nos equivoquemos; los alemanes anhelan (como haría cualquiera en su situación) volver a controlar Europa entera. Y harán lo (civilizadamente) posible para conseguirlo. Caiga quien caiga, sea Italia, España, el euro o la propia Unión Europea. Y lo peor, es que tiene todas las cartas para ganar la partida, y a nosotros no nos quedá ni un comodín. Pintan bastos para Europa, y pintan oros para Alemania.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Reyerta de banderas

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Nueva victoria española en futbol, esta vez en la modalidad sub'19, que asegura a España ser la principal potencia hegemónica de este deporte al menos durante una década. Paradójicamente, cuando se vive el momento más dulce en los deportes de equipo, se sufre la situacíón económica más amarga desde la transición.

Memoria viva de estos casi 40 años de democracia resulta el debate mal cerrado del café para todos. Mientras el Gobierno transitorio de ZP exige a las Comunidades Autónomas el retorno de dinero avanzado según las optimistas previsiones económicas, estas últimas piden que se descuente del fondo de competitividad que el Gobierno les adeuda. Y la deuda española está en las nubes, y en las celebraciones deportivas se prohibe a los jugadores exhibir otra bandera que no sea la rojigualda.

Caso aparte devienen las enseñas regionales. Algo falla en un país que, en sus celebraciones deportivas, escaparate patrio hacia el mundo, se prefiere esconder la bandera nacional para poder (re)lucir multitud de banderas autonómicas. Pero, ojo, que no solo generan polémica enseñas "díscolas" como la catalana o vasca, sino que también molesta en la meseta ver anudadas a la cintura de los campeones incluso las banderas andaluza y asturiana. Recordemos al lector que el caso español de exhibición multinacionalista no tiene comparación posible en el resto del mundo; somos un rara avis internacional.

Pero, ¿qué se ha hecho mal para que exista esta opinión, minoritaria pero significativa, contraria a la exhibición pública de la rojigualda? ¿Cómo esta opinión ha rebosado desde posiciones periféricas históricas (es decir, catalana y vasca) hasta regiones tan "españolas" como Asturias, Canarias y Andalucía? Desde nuestra posición periférica, amics meus, creeremos inconscientemente, y seguramente de manera errónea, que ondear la senyera tiene más significado y sentimiento que haciéndolo con la andaluza. Esto aquí, pero hay en la Meseta ciertos sectores, minoritarios pero significativos, que juzgan de igual y severe manera el exhibir franjas verdes o cruces magenta, y que aplauden las maneras del entrenador español. Pero no le hacen ascos a banderas no oficiales con muestras taurinas...



El "problema catalán", a ojos españolistas, se extiende como la pólvora, y debe ser frenado y extirpado de raíz. Esa será en parte la receta contra la crisis del próximo gobierno de Rajoy; devolución de competencias al gobierno central, recortes sociales y obediencia ciega a la germana Europa.

Se cultiva la imagen de futuro, para más allá de la crisis, de que España, vista su poca voluntad plurinacional, solo pueda llegar a funcionar en su máxima eficacia con un modelo de estado centralista, al estilo francés. Cala hondo el mensaje en la meseta, y ahoga las demandas dialogantes de los nacionalistas periféricos. Debe haber un cambio de concepto, piensan todos. El problema es que cada cual estira en su dirección. Y así, a ver tú cómo salimos de la crisis.