jueves, 29 de julio de 2010

Se regala bilis... porque sobra

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Tengo una afición insana. Leo los comentarios de la gente en las noticias de los diarios digitales. Sé que me van a poner de mala leche, que me subirá la bilirrubina catalanista, y que me avergonzaré de la ignorancia de la que hace gala algún energúmeno. Pero no lo puedo evitar: es como tomarle el pulso a la sociedad. Me pone malo, en todos sus sentidos.

El gran Enric Juliana dice hoy en su artículo de La Vanguardia que, cito textualmente: "con aire acondicionado, un cierto margen de libertad sexual y la posibilidad de insultar al prójimo en los foros de internet, España muy posiblemente se habría ahorrado el amargo trance de la Guerra Civil". Cuánta razón tiene. Aunque si por algún forero fuera, los tanques estarían permanentemente en las calles. De Barcelona, se entiende.

No recitaré las lindeces que suelta la masa. En otra época más reivindicativa, en mi juventud (o adolescencia, tal vez), hubiera querido poder hablar con cada uno de ellos y dialogar. Pero ya no; se me acabó la pedagogía de tanto usarla. No soy sino un afectado más de la fractura social, del hartazgo de la permanente justificación de mi sentir y de mi opinión. Estaré abierto al diálogo, al intercambio de opiniones... bajo una base de respeto mutuo y cierta cultura democrática. No se puede razonar con quien no quiere razonar.

La desgracia es que, en este país, cada vez hay menos gente que razone, y menos gente que quiera razonar.

Por cierto, parece ser que los toreros, viendo que se les ha acabado el negocio en estas tierras catalanas, ahora se dedican a torear a personas... ¿Mereció la faena dos orejas y rabo?

Arrieros somos y en el camino nos encontraremos. O no.

miércoles, 28 de julio de 2010

A toro pasado

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Definitivamente, los toros han sido prohibidos en Catalunya, aunque tal prohibición no entrará en vigor hasta el primer día de 2012.

No negaré que me ha producido cierta satisfacción, aunque el mecanismo no sea de mi gusto. Quisiera haber podido ver cómo la "fiesta nacional" moría por sí sola, fruto de la madurez de la sociedad y de la comprensión de que cualquier maltrato es sinónimo de barbarie. Ahora se han prohibido los toros, pero aún hay gente que se declara ferviente partidaria del toreo. No se ha hecho nada que beneficie a la evolución social del colectivo.

Hace unos dos siglos, se prohibió el ajusticiamiento público de reos condenados a muerte. En esa época, era un espectáculo multitudinario: la gente se reunía en la plaza del cadalso para ver cómo el verdugo ejecutaba la sentencia capital. ¿Acabo eso con la pena de muerte? No, sólo se limitó su uso a lo estrictamente judicial, eliminando ese componente morboso-sádico que habita en cada uno de nosotros. Hoy aún está vigente la pena de muerte en España, aunque sólo aplicable en caso de estado de guerra. Y hoy aún una gran mayoría de la sociedad española (y, sí, catalana) vería de buen grado la reinstauración de la pena capital. ¿Avanzó la sociedad con la prohibición de la pena de muerte, ya en plena democracia? No. Sólo se tapó, se enterró el sentimiento popular bajo la alfombra de la legislación.

Tal vez deberíamos preguntarnos porqué prohibir y porqué no educar. La razón es llana: es más sencillo prohibir que educar. Más rápido. Más económico. Porque, ¿somos, como masa borreguil, como colectivo socializado, como tribu primitiva, más civilizados que nuestros antepasados? ¿Hemos eliminado los hurtos, los robos, los asesinatos, los maltratos...? ¿Los eliminaremos algún día? ¿A base de prohibiciones? Deprime dar respuesta a tales preguntas: el desánimo de ver que no progresamos hunde al individuo progresista. Se plantea si la democracia es el vehículo para una mejor civilización.

No habramos aún la caja de Pandora, porque estaba vez no quedará ni la esperanza.

Homo homini lupus.


martes, 27 de julio de 2010

¡Que (no) viene el toro!


Hola Lector(es) y/o Lectora(s)

De nuevo se cierne sobre nuestra sociedad otra más de las prohibiciones a las que, últimamente, no hacemos más que soportar. Esta vez se trata de prohibir los toros (no el animal en sí, sino su maltrato con fines lúdicos) en todo el territorio catalán.

Quien más y quien menos habrá seguido todo el proceso: diversas organizaciones pro-animales presentan una ILP (iniciativa de legislación popular, creo que le llaman), avalada por gran cantidad de firmas de ciudadanos (exactamente... muchas firmas), y el Parlament catalán aprueba tramitarla, con los votos en contra del PP y C's, a favor de ERC y ICV, y con libertad de voto para CIU y PSC. Mañana miércoles se votará, con resultado aún incierto, si definitivamente se prohiben las corridas de toros y similares.

Por primera vez en mucho tiempo, mi opinión se inclina por los partidos anti-abolicionistas, pero no creo que comparta sus motivos. Me explico:

Nuevamente lo digo: me horroriza prohibir. Empatizo con los movimientos pro-animales, y creo que en una sociedad maduramente civilizada, las tropelías que se cometen contra la fauna deberían ser vistas como un atraso cavernario de una época pasada. Incluyo, cómo no, las corridas, pero también los mataderos, las granjas, la piscifactorías... No es lo mismo, dirá alguno. Bueno, la única diferencia es que en las corridas se ma(ltra)ta por diversión, y en las otras por nutrición. Visto en profundidad, veríamos que la distinción es nimia. Pero los pro-animales no se meten con las granjas... curioso...

Pero... (siempre hay un pero), ¿no podríamos legislar en vez de prohibir? ¿No se podría garantizar que el toro, en una corrida, no sufra heridas ni muerte, y se limite a un baile, una lucha de iguales, entre el toro y el torero? Sólo el toro, el torero y un capote. El único animal con posibilidad de morir sería el humano. Ahí los pro-animales (o anti-humanos, que acaba siendo lo mismo) no deberían decir ni mu (tenía que colar el chiste, pido perdón).

Cierta parte de los abolicionistas lo son por el simple motivo de considerar las corridas como algo identificable con España: su alergia hacia lo español les hace olvidar o ignorar que, en Catalunya, los toros son más antiguos que los castellers, y en el pasado, la "fiesta" tenía gran público e interés (es decir, interés público) en tierras catalano-parlantes.

Por tanto, los pro-animales, si son coherentes, no deberían conformarse con prohibir los toros, también deberían atacar los hábitos alimenticios de los humanos. Mientras que los anti-españoles, deberían pensar que los toros son parte de la Catalunya pura, entendiéndola como ese imaginario utópico-fantasioso de una cultura catalana totalmente ajeno a lo español.

Por otro lado, algunos anti-abolicionistas yerran también en sus argumentos: ni es una campaña del incipiente (y mayoritario, por fin) independentismo catalán, ni se coarta la libertad de nadie, ni individuo ni colectivo (más que el mero acto de prohibir), nisiquiera ese ridículo argumento que esgrimen conforme la abolición de los toros comportará la extinción de ese raza (artificial) que es el toro de lidia. Es como decir que sin peleas de gallos, se extinguen los gallos, que sin peleas de perros, se extinguen los pit-bulls, sin las cacerías, se extinguen los venados... Vamos, una estupidez.

Se debe considerar, por un lado, que si queremos avanzar como sociedad, hemos de limitar al máximo las muertes y maltratos a animales, hasta sus últimas y lejanas consecuencias. Pero a la vez, considerar también que una prohibición no es solución; ésta llega a través de la educación colectiva, enseñando a las futuras generaciones que el toreo comporta, a parte de una expresión artística (no lo niego), el sufrimiento y (casi siempre) muerte de un animal.

No se prohiben los castellers (de nuevo lo ejemplarizo) por hacer subir a criaturas hasta alturas de 15 metros; se legisla para que éstas deban llevar obligatoriamente un casco protector.

Legislemos, avancemos, pero no prohibamos. La prohibición es el último recurso de las mentes desesperadas.

miércoles, 21 de julio de 2010

El Anticatalanismo. Episodio IV: el sustituto del judío

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Quisiera hoy dar cierta base intelectualoide, o si se me permite, cierta explicación del origen del anticatalanismo en la Península Ibérica.

Históricamente, Catalunya ha vivido fundamentalmente del comercio (sin dejar al margen la potente y singular visión agraria que fundamente la tradición catalana: "els pagesos seguen espigues d'or i cadenes"). Ya en la edad media se establecían los consulados de mar por toda Europa y el Mediterráneo. Donde hubiese un cruce de caminos, una oportunidad de negocio, una base comercial, allí había un catalán. Por tanto, el catalán fue (y es) uno de los pueblos más cosmopolitas de España, aunque jamás renuncia(ba) a su propio origen, allá donde fuere.

Con la expulsión de los hebreos de la Península Ibérica, el catalán substituyó en el imaginario flolklórico-tradicional español al judío, pues ambos pueblos eran asociados a los negocios, al dinero, comercio, préstamos... Por ello, no sólo despertó el odio de la clase más baja de la sociedad (campesinos, principalmente, ya fuese futro de las deudas contraídas o de la envidia) sino también de las clases dominantes de la nobleza e incipiente burguesía castellana, al ver a la catalana como una competente competencia. El odio, imposibilitado en su vertiente religiosa (los catalanes eramos tan o más cristianos que el resto, Moreneta mediante), se basaba en la impresión de la condición de semi-extranjeros (diferente país, diferentes leyes, lengua, pero súbditos del mismo monarca).

Por otro lado, el pancastellanismo, esa tendencia antiquísima de asimilación cultural, similar al panfrancofonismo o pangermanismo, se encuentra, durante toda la alta edad media y el renacimiento, con un formidable adversario que no se somete. Se asimila militarmente a Andalucía y Canarias, se hacen desaparecer las lenguas aragonesa y asturiana, se procede a una castellanización del gallego, se arrincona fuertemente a los testarudos montañeses vascos, se impone la cultura en toda hispano-américa... pero Catalunya resiste. No se amilana. Como si fuésemos Astérix y Obélix: los irreductibles catalanes. Durante siglos, se bombardea cada 50 años Barcelona, y cada cien se ocupa militarmente todo el Principado. Pero ni con esas es subyugada.

Por eso, la masa funcionarial de España (pongamos ya los siglos XVII, XVIII y XIX), frente a la barrera idiomático-cultural catalana, jamás se siente integrada y formante de una misma realidad social. Por otro lado, todo ese cuerpo burocrático-militar mesetario se percibe en Catalunya como ajeno a ella, como producto de la imposición y no de la normalización. Se crea la idea (no sólo en Catalunya) que el funcionariado castellano expolia y se lucra del esfuerzo de los otros. Incluso cuando las clases dirigentes catalanas hacen el juego a los percibidos como ocupantes, la sociedad catalana los tilda de botiflers, que, al caso, no es sino un sinónimo de mercenario.

La construcción de un estado ibérico bajo la base y bandera de Castilla hace que la noción (que no nación, que sería posterior) española sea considerada en la periferia como la antesala de una asimilación castellana. De ahí que Portugal sea Portugal, y no la Comunidad Autónoma de Portugal. Es la misma clase dirigente castellana la que utiliza, como azicate contra lo diferente, y como factor unificador en sus fronteras (militares, que no políticas), el odio hacia el musulmán y el judío, primero, y hacia el catalán, internamente, y el inglés y el francés, externamente, en períodos posteriores.

Así, naciones y regiones que debieran sentir o percibir cierta desconfianza por la potente Castilla, (por ejemplo, Andalucía) se unen (y después, se unifican) en masa contra lo diferente, que al caso, pasa por lo catalán.

Es extremandamente curioso que España, sin judíos confesos en su territorio desde 1492, sea uno de los países más antisemitas de Europa. Quinientos años después, los tópicos que derivaron en odio aún (per)viven intensamente en el imaginario tradicional cultural de la sociedad española. Nada hace preveer que el anticatalanismo desaparezca en pocos años de la mentalidad subconsciente española. Paseemos por la Gran Red para contemplar como, lejos de decrecer, y a pesar de una educación democrática-universal, parece que no hace más que crecer, en número y en intensidad.

La historia nos precede y nos condiciona. 

Yo soy yo y mis antecedentes.

martes, 20 de julio de 2010

Burka, o los ojos que no quieren ver


Hola Lector(es) y/o Lectora(s)

Ante todo, presento de entrada mi supina ignorancia sobre las costumbres musulmanas. No me he leído el Corán (ni tan solo me he leído la Biblia entera, sólo los pasajes del Apocalípsis, que son como un relato de Stephen King pero a lo antiguo... caga mucho, os lo advierto...), ni sé distinguir entre chiítas y sunitas, ni nunca recuerdo si son los islámicos o los judíos quienes no comen cerdo... ¡como para opinar del burka!

El conflicto se origina, en nuestro pequeño rincón del (in)mundo, cuando algunos ayuntamientos prohiben el burka o niqab en espacios públicos (es decir, en dependencias municipales), todo ello a caballo, o a remolque, de lo que hacen nuestros vecinos franceses, que llevan tiempo debatiéndolo, y prohibiéndolo, todo sea dicho. (sí, amigo(s), siempre vamos atrasadillos con respecto a los conciudadanos de más allá de los Pirineos, es un jitter que jamás reduciremos).

¿Qué queréis que os diga? A mí, cualquier prohibición me horroriza. No es sino un fracaso de la educación social, de un incumplimiento tácito de las normas abstractas establecidas, de un recorte de las libertades colectivas. Cuando el legislador ha de legislar un tema en concreto es porque hay algo que no funciona. Además, a mi siempre me explicaron que una ley que no sea generalizada, que sea particularista, hecha ex profeso, tiene parte o todo de ley injusta. Es como hacer una ley que diga "Prohibido matar a fulanito". Oiga, ¿y los otros? ¿No sería mejor decir "Prohibido matar"?. Pues tres cuartos pasa con el burka. En vez de decir, por ejemplo, "queda prohibida cualquier vestimenta o similar que tape completamente el rostro de una persona, dificultando su fácil identificación si procediese", se impone "queda prohibida el burka y el niqab".

Pero claro, lo que molesta no es que vayan tapadas, estas mujeres; lo que molesta es que lo hagan por su religión (o tradición, porque después de cientos de años es lo que queda). Cierta gente (o la mayoría, visto lo visto) prohibiría el burka, aunque las mujeres que lo vistiesen llevaran pegada una fotocopia del DNI tamaño A3 en su pecho.

Leí no hace mucho que en los aeropuertos de Japón, cuando una mujer con burka o similar debe ser identificada en los arcos de seguridad, viene una mujer del equivalente nipón de Prosegur, se la lleva aparte, le pide que se levante levemente el velo, y comprueba su identidad. Nadie arma ningún escándalo, simplemente respetan una tradición, aunque no la compartan. Hilando temas, tengo entendido que a los japoneses les desagrada el contacto físico con otras personas. ¿Debemos obligar a los japoneses que residen en nuestro país a que mantegan contacto físico con nosotros, por el simple hecho de que sus costumbres no son acordes a las nuestras? ¿Por qué nadie plantea este debate?

Estoy de acuerdo (faltaría más!) con los argumentos que sostienen que el burka jamás debe ser impuesto a una mujer, sino que debe ser una elección libre. Es difícil de controlar esto, a no ser que la misma mujer denuncie al marido o familia que le obliga a llevarlo. Si aún hay maltratadas que no denuncian a sus maltratadores...

Estoy de acuerdo que verle los ojos a una persona hace mejor la comunación. Pero disiento de quienes quieren prohibir el uso del burka, y más en espacios públicos o en la calle. No veo más que persecución contra una religión, manía a lo diferente, incomprensión e imposición. Nadie quiere prohibir el uso de gafas de sol en sitios cerrados, ¿verdad? Ni de gorras, ni del velo de las monjas (o de las novias cuando se casan), ni de los sombreros o pamelas, ni de las mantillas. ¿Por qué el burka sí?

Ojos que no quieren ver los ojos que no pueden ver.

lunes, 19 de julio de 2010

Guerra de Banderas (Fractura social II)

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Una semana después del cataclismo sísmico en la sociedad catalana, la fractura social no sólo se mantiene, sino que se ensancha irremediablemente. Prosiguen (repito, una semana después) las banderas colgadas de los balcones, y si vislumbra más claramente la proporción de los diferentes tipos de enseñas.

La cosa está dividida (fracturada, mejor): un tercio (o menos) de las banderas son rojigualdas (constitucionales o, como mucho, con el toro de Osborne en medio de las franjas), otro tercio son senyeres, y el tercio restante corresponden a estelades (con fondo azul, con fondo amarillo, incluso con fondo verde!... aún estoy intrigado con su significado...).

Newton (pre)dijo que por cada acción existe una reacción de igual fuerza y de sentido contrario. Con las banderas sucede algo similar; si un vecino cuelga su rojigualda, automaticamente algún vecino de arriba, abajo, izquierda, derecha o enfrente cuelga su senyera o estelada. Y aún siguen, después de más de siete días. Y seguiran, predigo yo, hasta el primer día que llueva (¿qué patriota sería aquel que cuelga la bandera en su balcón y deja que se moje? Aunque el catalán tendría más excusa, porque aprovecha que llueve para lavar la bandera y ahorrarse una lavadora...)

La proporción, como he indicado, es de un tercio español y dos tercios catalán. Y son parecidas a las cifras arrojadas por un ecuesta realizada después de la final del mundial (y por ende, después de la mani), publicada este domingo en La Vanguardia (un diario que tampoco es que sea indepe, más que nada porque su dueño se llama Javier y es noble de España...). En ésta se indica que el 47% de los encuestados aboga por la independencia, mientras que (sólo) un 36% se muestra contrario.

Es la primera vez que en La Vanguardia se publica una encuesta donde se da mayoría a los indepes. Hace unos meses, recuerdo que una encuesta publicada por El Periódico y hecha por la UOC daba porcentajes similares (51% a favor, 33% en contra), aunque me parecieron utópicos. Hoy, sin embargo, doy bastante credibilidad a esa encuesta: se puede apreciar en el ambiente que el independentismo crece sin precedentes.

La cuestión es si el independentismo será capaz de articularse en un solo movimiento, una sola voz, de cara a los cercanos comicios autonómicos. Históricamente, los indepes se englobaban en ERC, pero después de las consultas en los municipios catalanes, los dirigentes de Esquerra se percatan que la ciudadanía indepe ha sobrepasado a su partido. No son líderes de nada, lejos estan de ser el partido que consiguió 8 diputados en el Parlamento Español (pasaron de 1 a 8!!), no se sabe si prefieren mandar, socializar o independizar Catalunya. Lo único que saben es que ya no son referentes del independentismo. ¿Pero hay hoy un referente independentista? ¿Carretero? ¿Laporta? ¿Mohamed Jordi?

¿Y la mayoría silenciosa, dónde está? La mayoría silenciosa calla, se diluye, desaparece en la fisura provocada por los extremos y los extremistas. La mayoría es, a día de hoy, una simple minoría. Y la democracia pisotea a las minorías. Así de simple.

La fractura social pasa factura (no lo he podido evitar...). La clave es quién pagará la factura. Yo, desde luego, hago antes un simpa.

viernes, 16 de julio de 2010

Catallà, castelano, o porqué me oprimo idiomáticamente


Hola lector(es),

Si alguien me conoce, tal vez se extrañe de porqué escribo en castellano. La explicación es sencilla; es mi idioma materno. No significa que crea que sé más castellano que catalán (que también) sino que es, inconscientemente, el idioma que más domino. Es el idioma que hablo conmigo mismo. Y, cuando escribo, el único que me está leyendo soy yo mismo. Escribo, en primicia, para mí.

Y, además, considero que escribo y hablo castellano a un nivel aceptablemente bueno, para ser bilingüe. Alguna falta habrá, alguna construcción gramatical mejorable. No escribiré un libro, pero seguro que al lector (si lo hubiese) no le costará en exceso entenderme. No obstante, si hubiese (también) algún lector allende el Ebro, vería que mi castellano está salpicado, alegre y voluntariamente, de pequeños préstamos de mi otro idioma (al cual, por ser más pequeñito y desvalido, le guardo más cariño).

Tal vez, en un exceso de ego o catalanocentrismo, mezclado con ciertas dosis de ignorancia, podría considerar que el castellano hablado en Catalunya pasa por ser uno de los dialectos o acentos más puros y, tal vez, el más neutro, de todas las modalidades de castellano que existen en el mundo. Sí, es cierto, decimos Madrit y no Madrid. Pero, seamos sinceros, es menos molesto al oído que no otras maneras, algunas de ellas incluso en la misma Madrid, que se comen la d (Madrí) o cecean la d final (Madriz). De verdaz, es horrible… Además, ¡es una d! ¿Cómo se llegó a hacer el cambio de una d a una z? ¿Teletransporte? ¿Mag Lari? ¿Tunneling IP?

Pero la cuestión es que, al sernos una lengua ajena a la vez que propia (la fractura social aparece de nuevo...), la aprendemos y la hablamos en la modalidad más estándar que existe. Es como el inglés que nos enseñan en el colegio; sin acentos, sin modalidades, sin abreviaciones…También es verdad que, por muy estrictos que seamos hablando, se nos escapan algunas catalanadas; pero no hacen más que enriquecer el idioma con expresiones o locuciones sin traducción literal (digan lo que digan, al castellano le cal el verbo “caldre”). Se nos perdonará tal hecho, fruto del bilingüismo y del constante roce entre una y otra lengua. Tampoco hilaremos delgado, ¿no? (esto no justifica la publicidad de Vueling: tanto idioma mezclado, más que cosmopolita, me parece esquizofrénico con personalidades múltiples. Señor Piqué: ¡Decídase por un idioma! ¡Y no escupa al delegado de la selección, hombre!. Ah, pero…¿no es la misma persona?. Vaaale, es que no entendía por qué en los viajes del Barça iban siempre con Turkish Airlines…)

Mires por donde lo mires, el dominar dos lenguas es, a nivel cerebral, complejamente interesante (seguro que esto lo dijo Punset). Un amigo mío, oriundo de Aragón, se sorprendía de la facilidad con que cambiamos de idioma en una misma conversación o, incluso, en una misma frase. Y nosotros ni nos enteramos. Nos parece lo más normal del mundo, y resulta que, a ojos ajenos, es algo digno de superdotados! Ojalá lo pudiéramos hacer también (o tan bien) con el inglés. It would be the cream… but catalan cream, of course!


jueves, 15 de julio de 2010

Solo somos un número

Hola lector(es),


Tal vez alguien (por ejemplo, yo) se haya preguntado porqué la dirección de este blog (de momento, no llega a blog...) son dos letras y cinco números. La explicación es sencilla: la identificación de un individuo dentro de un colectivo.

En el principio de los tiempos (me acuerdo como si fuera ayer), el homo sapiens (o similar) vivía en un núcleo tribal bastante reducido (familia, se diría con el tiempo). En esa primigenia sociedad, la necesidad de diferenciarse de otro ser humano era prácticamente nula: no existían (suponemos) los nombres de persona, y poco hacía que se ponían nombres a las cosas animadas o inanimadas que les rodeaban ("le vamos a llamar... ciempiés!").

Conforme estos núcleos fueron engrandeciéndose, se impuso la necesidad de clasificar y tipificar las personas (siempre hemos sido unos animalitos muy ordenados, los humanos), nombrarlas en ausencia o recodarlas tras la muerte. Ahí nació la toponimia.

Pero, claro, seguíamos creciendo, migrábamos, nos asentábamos, nos reproducíamos... hasta el punto en que un nombre pertenecía a más de un individuo. Entonces se dijo: ¿cómo diferenciarlos? Fácil; digamos de quién es hijo (Aragorn hijo de Arathorn!) o de dónde viene (Lisímaco de Tracia, o del pueblo de la madre de Carmen Rigal...).

Los romanos, gente muy copiona, aunque sus copias eran de mejor calidad (no como los chinos de ahora...) adaptaron de los decadentes griegos la idea, y crearon el nomen, el cognomen, la gens..., aunque, eso sí, sólo para los patricios. La plebe sólo tenía nombre y, como mucho, apodo. Pero, claro, la incorporación de un segundo nombre (el apellido) ya se había consolidado.

En la edad media, incluso la peble (los payeses, vamos) comenzaron a llevar también apellido (ya fuera por oficio, por mote, por procedencia, etc.), y, poco a poco, se estableció, al quedarse cortos de nuevo, un segundo apellido.

Ya es en la edad moderna cuando la "burrocracia" ve que tanto nombre es un lío, e incluso, al depender de la escritura, es susceptible de tener un mismo nombre muchas variantes ortográficas: se impone la necesidad de algo más neutro, más inamovible, más clasificable (que somos muy ordenados, hombre!), más, cómo decirlo, contable.

Hoy, y cada vez más, hemos substituido nuestro nombre y apellidos por números.

Para hacienda, somos un NIF
Para la policía, un DNI
Para la seguridad social, otro numerito
Para el banco, un número de cuenta
Para la carnicería, el cliente con el número tal
Para la universidad, un login
Para los que tratan con blancas, un código de barras...

Hoy, más que nada, lo que nos identifica es una sucesión de caracteres alfanuméricos. De ahí que este blog no sea más que otro numerito identificador, tan o más válido que un nombre y un apellido.

Yo soy yo y mis numeritos.

miércoles, 14 de julio de 2010

Turquía y la UE

Hola lector(es),

Me sorprendió (o no) leer esta mañana la noticia que Turquía endurece su control sobre el acceso de sus ciudadanos a páginas web. A pesar que Youtube lleva meses inhabilitado en el país otomano (y nosotros sin saberlo!), las autoridades turcas han decidido ir más allá: prohibición de acceso y cierre de webs que hablen mal sobre Mustafá Kemal Atatürk (fundador de la Turquía laica), que promocionen loterías o juegos de azar con dinero de por medio, que hablen de drogas y prostitución... (curioso que siempre se pongan juntas... hay que ir muy colocado para tirarse a según quien...)

Condenado ya el anuncio por la OSCE y la UE, aún no se sabe qué penas tendrá el internauta que acceda a estas webs prohibidas (¿multa, prisión, rezar tres padrenuestros versión musulmana, latigazo en la espalda...?).

Lo que está claro es que con esta noticia, Turquía se aleja definitivamente de poder integrarse en la Unión Europea. Si le sumamos una constitución bastante poco democrática (ríase la gente del artículo ese de "el ejército es garante de la unidad y indivisibilidad de España"), sus negativas a condenar el genocidio contra el pueblo armenio, su ocupación ilegal del norte de Chipre, su opresión al pueblo kurdo (ríase la gente de la opresión española contra los catalanes y vascos!), su proceso lento pero imparable de islamización de la sociedad turca, y un largo etcétera, llegamos a la conclusión de que, hoy por hoy, Turquía no puede formar parte de este club privado que nos hemos montado.

¿Os suena eso de "con bambas no entras"? Pues más de lo mismo. Aunque hay quien dirá que no se le dejó entrar no por no llevar la vestimenta adecuada, sino porque el portero le cogió manía. Y hay quien dirá que Turquia no puede entrar, no por no cumplir a rajatabla las normas democráticas (europeas, of course!), sino porque, en definitiva, es un país musulmán.

¡Biban las caenas!

Fractura Social

Hola lector(es),

Otro día escribiré la presentación. Hoy no.

Hoy hace cuatro días de la manifestación multitudinaria celebrada en Barcelona, en contra de la sentencia del Tribunal Constitucional.

Hoy hace tres días de la victoria de la selección española en el Mundial de fútbol.

Entre el sábado (mani) y el domingo (fútbol) se produjo, sin que se notaran sus efectos sísmicos, la fractura social en la(s) sociedad(es) catalana(s). Ya no podemos hablar, si alguna vez pudimos, de una sola sociedad catalana, de una sola voz, de una sola voluntad.

El sábado se unió la costra nacionalista, los soberanistas, los indepes y catalufos, los de la ceba, los autonomistas, los catalanistas... bajo un (consabido) lema unitario. Jamás se vieron en las calles de la Ciudad Condal (qué bonito eufemismo!) tantas estaladas ni tantas proclamas pro-independencia. Jamás se pensó que ibamos a ser tanta gente, y a la vez tan dispar y diversa.

La consecuencia de la manifestación, que algunos tildaron de éxito exclusivo del independentismo, es que se radicalizó el pensamiento; quien era autonomista, pasó a catalanista. Quien era catalanista, pasó a federalista. De federalista a sobiranista. Y de sobiranista a independentista. Todo Dios avanzó un nivel, como si las ideas políticas fueran un juego de rol.

El domingo se unieron los españolistas, los "catalán-pero-español", los fascistas, los franquistas, los nostálgicos, los "yo-voy-con-los-jugadores-del-barça"... bajo una bandera rojigualda (alguna minoría la adornaba con una ave rapaz). Jamás se vieron en la capital catalana (otro eufemismo más!) tantas banderas españolas ni tantos cánticos de orgullo patrio. Jamás llegué a pensar que vería Barcelona como la más española de las ciudades periféricas.
La consecuencia de la celebración, que pocos osan compararla con otras celebraciones deportivas (champions y sucedanios), es que el sentimiento español en Catalunya salió, por fin, del armario. Que no nos ciegue la ideología; este sentimiento existe, es real, es presente, y, por fin, se liberó. Tenía que salir tarde o temprano de su reclusión. Y qué mejor ocasión que algo tan "inocente" como la victoria de la selección de fútbol.
Objetivizemos, si podemos, el hecho de colgar una bandera en tu balcón: ¿alguien duda que colgar una bandera española en Catalunya no pueda ser considerada una provocación? ¿No es una declaración de intenciones? Y con la senyeras, ¿visteis que, si en un bloque de vecinos había una rojigualda, automáticamente aparecían senyeras a su alrededor? ¿No es una lucha a pequeña escala (aquí el retruécano es mejor en catalán...) entre españolismo y catalanismo? ¿No es un (pequeño) indicador de que se ha producido una fractura social en nuestra sociedad? ¿No habéis notado que hoy por hoy la gente se expresa sin complejos sobre uno u otro lado?
Anteayer lunes, estuvimos mirando con un amigo sus contactos en su Facebook. De los trescientos y pico conocidos, una cantidad sorprendentemene alta cambió su foto de perfil por algún tipo de enseña partidaria; una rojigualda, una estelada, un lema, una foto de celebración de la victoria de España, una senyera... Incidamos brevemente; la fotografía del perfil en una red social es el primer indicador/definidor de la personalidad, sentimiento o visión del propietario del mismo. Que decidas cambiar tu foto principal por algo partidista no deja de estar motivado por algo...

¿Y los (mal llamados) moderados? ¿Existen aún? Existen, sí, y tal vez continúan siendo mayoría (relativa). Pero cada vez son menos, y por una razón; en la fractura, debes inclinarte hacia un lado, porque sino, caes irremediablemente en el abismo de la fisura. Es injusto y descorazonador, por supuesto, pero es inevitable.

Hablaremos más adelante, conforme las aguas vuelvan a su cauce o inunden de una vez las tranquilas orillas de la sociedad que nos ha tocado vivir.