sábado, 17 de septiembre de 2011

Un McMenú nos trajo la paz

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),
 
 
Aunque llevo un tiempo apartado de mis obligaciones blogueras, no quería dejar escapar la oportunidad de hablar sobre uno de mis últimos zambullidos por la Wikipedia que, como Castilla en su momento, es ancha y nunca se pone el sol. 
 
 
Hacía tiempo que me rondaba la idea, la reflexión, de que, gracias al capitalismo imperante, una nueva guerra mundial entre bloques, potencias o países emergentes es especialmente improbable. El porqué puede ser claro: las guerras no aportan beneficios ni a largo ni a corto plazo, las guerras destruyen y modifican la capacidad industrial de un país, las guerras hacen decrecer la mano de obra y el consumo de las familias y, en definitiva, las guerras son tremendamente caras.
 
 
Así, tras saltar de vínculo en vínculo, he llegado a la entrada de la “Ley de los Arcos Dorados”. Esta “ley”, elaborada décadas ha por un periodista del New York Times, determina que no existen dos países en el mundo los cuales tengan un McDonald’s en su territorio y se hayan declarado la guerra. Por supuesto, de ley no tiene nada, ya que son solo hechos conjuntados aplicando el método inductivo (una falacia común: un negro me roba, todos los negros son ladrones…). Esta regla bien podría valer con el Zara…
 
 
 
Países con McDonald's y año de instalación del primer establecimiento

La gracia de esta ley no está en si esos países son más o menos devora-hamburguesas, si prefieren la comida sana o la rápida, o piden McMenú grande o gigante. El quid radica en que, en un mundo globalizado y libremercadista, con interdependencias económicas y culturales claras, la resolución de conflictos debe realizarse siempre de la forma más económicamente rentable: la solución pacífica.
 
 
Ni en Iraq, Kuwait o Afganistán existían McDonald’s cuando estos países estaban en guerra, aunque algún lector podrá encontrar tal vez alguna excepción a esta regla, en guerras tan recientes como la de Yugoslavia o la Guerra de la Malvinas. Pero, ojo, porque se equivocarían.
 
 
La guerra de los Balcanes fue una guerra civil y solo puede considerarse una guerra internacional cuando la OTAN bombardeó Serbia, pero claro, la OTAN en sí misma no es un país, sino una organización. Y la Guerra de las Malvinas, entre Reino Unido y Argentina, sucedió en 1982, tres años antes de que la cadena de hamburguesas se instalase por primera vez en Buenos Aires.


Critiquemos lo que queramos del actual modelo económico que tenemos, y estaremos en lo cierto, pero que no nos quiten lo bailado: el capitalismo globalizador al menos nos ha traído paz. Y si no lo sabemos apreciar correctamente, mejor preguntemos a nuestros abuelos qué tal se vive entre trincheras y refugios, entre miserias, hambruna y muerte, entre bombas y balas. Yo me apunto a las hamburguesas, clarísimamente. ¡Viva el euroahorro!


PD: Recientemente leí que un tal Frank Fukuyama vaticinó en 1992 que, gracias a la desparición del mundo comunista y la consecuente finalización de las batallas ideológicas, el capitalismo se convirtió no en el mejor modelo económico, sino en el único factible y viable. Y aunque se pueda desprender de sus palabras que defiende el capitalismo, sus análisis los realiza desde una posición de resignación. El artículo de Fukuyuma se titula "El fin de la historia", ideas en las que profundizó en su libro "El fin de la historia y el último hombre".