viernes, 16 de julio de 2010

Catallà, castelano, o porqué me oprimo idiomáticamente


Hola lector(es),

Si alguien me conoce, tal vez se extrañe de porqué escribo en castellano. La explicación es sencilla; es mi idioma materno. No significa que crea que sé más castellano que catalán (que también) sino que es, inconscientemente, el idioma que más domino. Es el idioma que hablo conmigo mismo. Y, cuando escribo, el único que me está leyendo soy yo mismo. Escribo, en primicia, para mí.

Y, además, considero que escribo y hablo castellano a un nivel aceptablemente bueno, para ser bilingüe. Alguna falta habrá, alguna construcción gramatical mejorable. No escribiré un libro, pero seguro que al lector (si lo hubiese) no le costará en exceso entenderme. No obstante, si hubiese (también) algún lector allende el Ebro, vería que mi castellano está salpicado, alegre y voluntariamente, de pequeños préstamos de mi otro idioma (al cual, por ser más pequeñito y desvalido, le guardo más cariño).

Tal vez, en un exceso de ego o catalanocentrismo, mezclado con ciertas dosis de ignorancia, podría considerar que el castellano hablado en Catalunya pasa por ser uno de los dialectos o acentos más puros y, tal vez, el más neutro, de todas las modalidades de castellano que existen en el mundo. Sí, es cierto, decimos Madrit y no Madrid. Pero, seamos sinceros, es menos molesto al oído que no otras maneras, algunas de ellas incluso en la misma Madrid, que se comen la d (Madrí) o cecean la d final (Madriz). De verdaz, es horrible… Además, ¡es una d! ¿Cómo se llegó a hacer el cambio de una d a una z? ¿Teletransporte? ¿Mag Lari? ¿Tunneling IP?

Pero la cuestión es que, al sernos una lengua ajena a la vez que propia (la fractura social aparece de nuevo...), la aprendemos y la hablamos en la modalidad más estándar que existe. Es como el inglés que nos enseñan en el colegio; sin acentos, sin modalidades, sin abreviaciones…También es verdad que, por muy estrictos que seamos hablando, se nos escapan algunas catalanadas; pero no hacen más que enriquecer el idioma con expresiones o locuciones sin traducción literal (digan lo que digan, al castellano le cal el verbo “caldre”). Se nos perdonará tal hecho, fruto del bilingüismo y del constante roce entre una y otra lengua. Tampoco hilaremos delgado, ¿no? (esto no justifica la publicidad de Vueling: tanto idioma mezclado, más que cosmopolita, me parece esquizofrénico con personalidades múltiples. Señor Piqué: ¡Decídase por un idioma! ¡Y no escupa al delegado de la selección, hombre!. Ah, pero…¿no es la misma persona?. Vaaale, es que no entendía por qué en los viajes del Barça iban siempre con Turkish Airlines…)

Mires por donde lo mires, el dominar dos lenguas es, a nivel cerebral, complejamente interesante (seguro que esto lo dijo Punset). Un amigo mío, oriundo de Aragón, se sorprendía de la facilidad con que cambiamos de idioma en una misma conversación o, incluso, en una misma frase. Y nosotros ni nos enteramos. Nos parece lo más normal del mundo, y resulta que, a ojos ajenos, es algo digno de superdotados! Ojalá lo pudiéramos hacer también (o tan bien) con el inglés. It would be the cream… but catalan cream, of course!


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