martes, 12 de abril de 2011

Entrevistando a Sinde

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Parece que a Buenafuente les están dando caña por ser "demasiado blando" en su entrevista anoche a la ministra de (in)cultura, González Sinde. Twitter y sus legiones atacan a un estandarte de la progresía como Andreu tan solo porque no gustó su tono condescendiente.

Buenafuente no invita a su programa a cualquiera y, siendo él un buen anfitrión, no debe incomodar o atacar visceralmente a su entrevistado. Por ese sillón han pasado desde Zapatero a Rajoy, desde Laporta (no, ese se negó a ir) hasta la mismísima Ana Pastor. Y ninguno de ellos ha salido vilipendiado, como esperaba la parroquia virtual que saliera la ministra.

El espacio de la entrevista de Buenafuente consiste en eso, una entrevista de buenrollismo, de jiji-jaja, de qué buenos amigos somos, de risa fácil... ¿por qué con Sinde debía ser diferente? Buenafuente no se erige en estandarte de nada, en portavoz de movimientos o en salvador de las redes. Si quisiera eso, hace años que hubiera dado el salto, con capa roja y calzoncillos por fuera, y hubiera, sin duda, arrasado en las votaciones (virtuales).

Alguien puede pensar: Buenafuente, además de partidario de la ley Sinde, es de La Sexta, que es muy amiguita de Zapatero, y además, ¡presentó la gala de los premios Goya!. Puede ser. Pero, navegantes, no olvidemos que la ley Sinde ha sido aprobada por más de 300 diputados, por los tres partidos más votados, por más del 90% del hemiciclo. Sinde es la cabeza visible, de turco. Los auténticos culpables son los señores diputados. Y quien crea que por el simple hecho de atacar a Sinde en público, demuestra su oposición a esa ley, es que juega a despistar al personal y solo usa la demagogia para conseguir aceptación social.

Hablando de entrevistas, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Pucela, Ana Pastor es, en el género de las entrevistas, el contrapunto perfecto de Buenafuente. Una hace gala de la estoicidad periodista, de la insistente búsqueda de la verdad, tenga delante a Esperanza Aguirre o al Presidente de Irán; mientras, el otro se recrea en el entretenimiento, y cree en el deleite y entretenimiento tanto del invitado como del público. Ambas dosis, en su cierta medida, crean el baluoso equilibrio entre interrogatorio y promoción: la entrevista.

Si Ana Pastor imitara a Buenafuente en su programa, se le acusaría de trivial, de complaciente, de vendida, de frívola. Si Buenafuente imitara a Ana Pastor, dirían de él que juega en una liga superior, que hace favoritismos, que no es coherente ni justo, o que, directamente, es un estúpido.

Pero... la gente quería(mos) sangre, y al no ofrecerla ayer La Sexta hizo que arreciaran las acusaciones a Buenafuente de complicidad con la ley Sinde. Simplemente, ayer no tocaba cargar contra ella (y la camarilla que le viene detrás). Ese día, el día de la venganza, de la inconformidad, será el día de las elecciones. No les votes, dicen algunos. Votad a quien os de la gana, que para eso estamos en democracia. Pero, votéis a quien votéis, pensad la victoria en unas elecciones no es mucho más que la derrota del adversario.

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