jueves, 7 de julio de 2011

El cuarto Reich

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

A finales del siglo pasado, cuando en Francia mandaba Chirac y en Alemania, Schroeder, se inició una alianza inconcebible antaño: el eje París-Berlín. La Unión Europea estaba aún verde y despoblada (15 miembros tenía, y que ahora nos parecen pocos), el euro era todavía una moneda abstracta y los EEUU eran la única potencia hegemónica. En ese contexto, los mandatarios galo y teutón se compenetraron más allá de la pura amistad personal, llegando a establecer lazos oficiales propios de países confederados.

El pacto alcanzado fue de gran calado, pero resumible en pocas frases: se repartieron la UE. Para Francia, la política exterior y defensa. Para Alemania, los límites de la ampliación y la política económica. Así, Francia veía confirmada su influencia colonial en África, su preponderancia en cuestiones internacionales (por ejemplo, la presidencia del FMI debía ser para alguien de la órbita francesa: Rodrigo Rato, Strauss-Kahn, etc.), la no supeditación de la futura fuerza militar europea a la OTAN, el rechazo a la guerra de Iraq…

En cambio, Alemania ganó poder elegir qué países podían entrar en la UE (los países del este y balcánicos, zona de influencia germana) y qué países no (ni Rusia, ni Turquía…). Pero sobre todo consiguió el poder económico: la presidencia del Banco Central Europeo (o sea, del euro) sería para un alemán o, al menos, para alguien conforme con las tesis económicas alemanas. Bruselas, en materia financiera y económica, debía hacer lo que le dictaran desde Berlín.


José María Aznar, tan odiado ahora, pero que la historia juzgará benevolentemente, tenía en mente situar a España entre las grandes naciones del mundo. Nunca España, desde la época imperial, había gozado de tanto poder de influencia en la esfera internacional. De ahí que tomara la decisión de ir de la mano de EEUU a la Guerra de Iraq o, incluso más importante, la de crear un claro competidor al poder franco-alemán: el eje Londres-Madrid-Roma. Durante las presidencias de Aznar y Blair, el eje París-Berlín gozó de poder limitado.

Pero todo cambió de la noche a la mañana. España cambió de signo político (y, por qué no decirlo, inició un rumbo en política internacional errante y sin sentido), el Reino Unido cambió de Premier, y el eje anglo-hispano-italiano se disolvió en los anales de la historia. Pero el eje franco-alemán, a pesar de los relevos en sus respectivas presidencias, continuó intacto. Y sin rival.

Y entonces llegó la crisis. Los países del sur, acostumbrados a reflotar su economía a base de gasto administrativo y devaluación de moneda, se enfrentan a una banca propia sin crédito ni líquido, incapaz de comprar deuda de su país. Por si no fuera poco, se topan con el muro alemán en el Banco Europeo: el euro no se devalúa, porqué a Alemania no le iría bien en sus exportaciones. Sin crédito y endeudados, los países del sur de Europa sucumben a merced de los mercados internacionales y los caprichos europeos (es decir, alemanes). El euro se convierte en el nuevo marco alemán con el que comprar deuda de los países del sur.

Así se cierra un círculo: Alemania exporta caro y compra deuda ajena barata, mientras los PIGS se endeudan hasta las cejas e importan demasiado caro, teniendo que solicitar ayudas europeas. Por poner un ejemplo: Grecia es intervenida con dinero alemán para pagar su deuda con Alemania. ¿Qué gana Alemania? Que el dinero (alemán) fluya (en Alemania), que se le reintegre su deuda y, sobre todo, y ojo al dato, minar el prestigio e influencia de un país miembro de la UE. Y así, con todos los PIGS de la zona Euro, hasta que todos obedezcan los designios alemanes, plegándose a sus caprichos y haciendo, en definitiva, lo mejor para Alemania. El sueño del cabo austríaco, versión 2011.

Dos apuntes extras:

1. La situación en el Reino Unido no es ni por asomo mejor que la española, sus recortes sociales no tienen nada que envidiar a los de los griegos, pero los ingleses conservan su propia moneda. Conservan su independencia económica. Por eso los PIGS no son los PIGS-UK.

2. Francia ejerce su influencia internacional de muchas maneras. Por ejemplo, ella ha sido quien más interesada estaba en iniciar la intervención en Libia. Se cuenta que Sarkozy llamó a Zapatero por teléfono y le dijo: "¿Te acuerdas que te conseguí una silla en la cumbre del G-20? Pues ahora devuélveme el favor, y apoya la guerra de Libia". Y aún estamos allí, y llevamos cinco meses...

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