martes, 26 de julio de 2011

Hágase el pan

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),


Ya hace un mes que fue elegido el nuevo director general de la FAO, la Organización para la Alimentación y la Agricultura dependiente de la ONU, en la persona del brasileño José Grazinao da Silva, y tras una esperpéntica ronda de votaciones entre los más de 190 países miembros. Las imágenes del acontecimiento eran más parecidas a un mercado persa, a una compra-venta de votos propia de las Olimpiadas, que no a la designación para la dirección de la principal organización mundial contra el hambre.

La FAO, cuya dirección no debería comportar más poder y ambición que la de ayudar a un mundo necesitado, es hoy un apéndice más de la muy burocratizada e influenciada ONU; un pastelito para los golosos mandamases mundiales, una pieza intercambiable en el tablero del poder internacional. En definitiva, un cargo comprado por el mejor postor a cambio de favores pasados, presentes o futuros.

Que la presidencia de la FAO recaiga en un brasileño confirma la teoría de la consecución de un nuevo orden mundial donde las economías incipientes (los BRIC; Brasil, Rusia, India y China) exigen su correspondiente cuota de poder en este mundo multinacionalizado. Que uno de los perdedores haya sido el antiguo ministro de exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, muestra la decadencia del prestigio e influencia española más allá del Pirineo, el estrecho de Gibraltar y las primeras olas del Atlántico. España, internacionalmente, está sola, y no cabe esperar ni un solo apoyo o gesto por parte de nuestros hermanos socios en la UE

                                  

Pero es que la desgracia de tal organismo no ha sido esa bochornosa forma de gestionar la designación del nuevo director; la inmensa vergüenza de la FAO es su nulo éxito en la lucha contra el hambre y la mal nutrición de millones de personas. Se calcula que más de 1.000 millones de personas padecen hambre en pleno año 2011, es decir, tres veces la población estadounidense, 12 veces la alemana, 21 veces la española y 133 veces la catalana. Y su número crece por encima del crecimiento medio poblacional en nuestro planeta: cada vez más gente, y cada vez más hambrienta.

Algunos escépticos dirán que nuestro planeta padece una superpoblación intolerable, y que nuestros recursos no pueden abarcar tamaña población. Francamente, eso no es cierto. Desde los Urales hasta el Pacífico se extienden millones de hectáreas sin apenas población, en un clima capaz de albergar vida y de cultivar plantas. Pero lo que es peor; contamos con un primer mundo donde no se consumen toneladas y toneladas de alimentos que acaban en un container.

Pero el incremento del hambre en el mundo no solo se debe a una mala gestión de los alimentos por parte de todos los países. Contribuye esta nuestra conocida crisis a la subida del coste de los alimentos primarios, pero no porque su producción se encarezca, sino porque existen una serie de regulaciones desde los países ricos para el control y protección de la producción de alimentos autóctonos. Encareciendo el precio de venta, encareces las posibles exportaciones a países pobres. Y aquí la FAO no ha dicho ni mú.

Aunque la tragedia sobre el alto coste de los alimentos va más allá; existen paquetes especulativos sobre el precio de los alimentos que son comercializados por los bancos. Invertir en, por ejemplo, trigo en enero previendo una mala cosecha en los meses siguientes se convierte en un negocio rentable que bancos y entidades financieras ofrecen a sus clientes especuladores. Y aquí la FAO tampoco dice nada.

Por tanto, la vergüenza de la gestión de una organización que cuenta con más de 10.000 millones de euros de presupuesto (o sea, diez euros por persona hambrienta y año) se traduce en la compra-venta de votos para su dirección. La FAO solo es un lavado de cara para los países ricos. Fiat panis (hágase el pan), es el lema de la FAO. Pero el pan no se hizo, y los muertos de inanición se amontonan ante las puertas de nuestras casas.

1 comentario:

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