jueves, 10 de marzo de 2011

De parches energéticos

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Parece que el Gobierno Español no hace más que dar bandazos. La desorientación de nuestros gobernantes ante la crisis es ya claramente evidente, incluso entre aquellos, como yo mismo, que nos cuesta seguir y compartir las tesis de la op(p)osición.

La última ocurrencia del PSOE han sido las medidas de ahorro energético. Como sabrá el lector, entre las propuestas figura la polémica reducción de la velocidad máxima en autovías y autopistas de 120 a 110 km/h. Evidentemente, cualquier mente medianamente cultivada y lúcida comprenderá que una reducción de velocidad conlleva un menor consumo, y, lo más importante, comporta una mayor eficacia energética. Es decir, circulando a menor velocidad se consumen menos litros por kilómetro. Por mucho que un lobby automovilístico como el RACC diga que el ahorro es mínimo.


España tiene un problema energético, sin duda. De hecho, un partido antinuclear como el PSOE ha tenido que traicionar (una vez más) su programa electoral alargando la vida de varias centrales nucleares. Por ello, se entiende que, ante la situación en el mundo árabe y el encarecimiento del barril de petróleo, llegando a máximos históricos, el Gobierno presente un plan de ahorro de combustibles. Pensemos también que el Gobierno no inventa, sino que copia, pues estas medidas son exactamente iguales a las adoptadas por EEUU en los años 70 ante una crisis energética similiar.

Pero, como siempre, la intención se presume buena, y lo que fallan son las formas. El ahorro con la reducción de velocidad se percibe equívoco ("si pago yo la gasolina, y no el Gobierno, pues corro a la velocidad que quiero", dicen las gentes corrientes), mientras que los gastos a corto plazo parecen ser mayores que los posibles beneficios. (Pim pam pum es la música rítmica española: en el reajuste de la señales de tráfico, algunas comunidades cambian el número 2 por el 1, otras enganchan pegatinas, y Catalunya las cambia por completo... Quién lo entienda, que me lo explique).


Pero si solo fuera esto, nos podríamos sentir afortunados. La improvisación en el cálculo de las consecuencias va más allá: la reducción de un 5% en las tarifas de cercanías y transporte público metropolitano se hizo sin consenso de los gerentes de estos transportes, es decir, las autonomías. Hasta tal punto llegó el feo del Gobierno, que tanto la Generalitat como la Comunidad de Madrid se negaron a reducir sus tarifas, si no venían acompañadas de una compensación monetaria por parte del Estado (como se dijo en su momento, parece como si el Gobierno invitase a café y obligue luego a pagar la cuenta al invitado). Y ya ni hablamos del plan renove de neumáticos que no existen...

Con todo, a España le falta independencia energética. Nuestras reservas de crudo y de gas son muy inferiores a la media europea, nuestra dependencia eléctrica con Francia es endémica, y nuestro gasto medio de electricidad, combustible y agua corriente es excesivo. Nos hace falta, sin dilación, una reestructuración en nuestros hábitos de consumo energético.

Sugiero que en vez de una reducción de velocidad, se incentiven los carriles VAO, se reduzcan los peajes a aquellos vehículos con más de dos personas, se desgrave la compra de vehículos híbridos, poco contaminantes o de bajo consumo, y se grave por ejemplo, la compra de 4x4. Que se desinfle el precio del billete de transporte público de varias zonas, que se incrementa la frecuencia de los autobuses más usados y, por qué no, que se imponga un superimpuesto en la compra de gasolina, que haga realmente descender su consumo .

Seguro que un debate nacional de ahorro energético es necesario. Tal vez, el momento actual no sea el adecuado, ni que se plantee de tal manera que parezca una ocurrencia cualquiera del ministro de turno, y menos, sobre todo, que los gobernantes aduzcan que las medidas son de carácter temporal por la situación de Libia, cuando no se conoce ni la duración de esa guerra civil, ni sus consecuencias en la producción de crudo. Pero para crudo, el futuro de nosotros los gobernados, con estos gobernantes

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