jueves, 2 de junio de 2011

El perjuicio del prejuicio

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Si hay algo impepinable (es decir, 100% seguro) es que nunca se habló tanto sobre los pepinos. Esta vez, los causantes han sido una bacteria a todas luces italiana (E.coli!), una ministra hamburguesa vegetariana(de Hamburgo, no de vacuno) y unas autoridades sanitarias bastante incompetentes ("de los creadores de Gripe A: la amenaza fantasma"). Seguro que el lector sabrá de qué hablo.

Unos casos mortales de complicaciones intestinales en la localidad alemana de Hamburgo fueron el motivo para que la ministra de sanidad de ese Land culpase sin muchas pruebas a los pepinos procedentes de España. Tal como dictan las normativas europeas, la alerta alimentaria se activó y se produjo un cese total de las exportaciones de pepinos españoles, primero, y demás hortalizas y frutas después, aplicable a toda la Unión Europea y los países de la esfera rusa. Y después de pandir el cúnico, van los expertos y demuestran que los pepinos no tienen bacterias mortales algunas, y la ministra se tiene que comer sus palabras con pepinos patatas.

¿Por qué cundió tan rápido la alarma, sin apenas sospecha o prueba de que el origen se situara en los pepinos españoles? La respuesta es clara: prejuicio. Tú suelta en el norte anglosajón, nórdico o germano que el problema se origina en la pobre, atrasada y vaga Europa del sur, y tendrás a millones de arios norteuropeos clamando (discretamente, inconscientemente) sobre su superioridad cultural. Son demasiados siglos de historia compartida, de roces y de guerras, para ahora olvidarlo todo en un par de generaciones...
 
Bueno (pensará el lector), se han equivocado, tampoco es tan grave o tan demostrativo de prejuicio. No, claro está. Es un hecho aislado, si no fuera porque, lejos de rectificar o de pedir disculpas, han seguido en sus trece. Incluso con Bruselas declarando que el origen de la bacteria es en la misma Hamburgo. Incluso la Bundeskanzler Merkel ha arropado a la ministra de Hamburgo, aun siendo rivales políticas. (Inciso: ¿se imaginan esto mismo en España? ¿Zapatero protegiendo a un Consejero popular de Valencia o de Madrid?)

Últimamente, Angela Merkel está un poco obsesionada con España. Primero nos recomendó reformar el mercado laboral, ligando sueldos con productividad. Luego se metió con los horarios de trabajo españoles, y con los (excesivos?) días de vacaciones de los trabajadores hispanos (cuando, realmente, hacemos las mismas vacaciones que los germanos...). Y ahora el problema son los pepinos. Como leí en un tweet por ahí, la Merkel le tiene manía a España desde que no se comió un colín de joven cuando veraneaba en Mallorca...

Quien esté libre de culpa, que tire la primera piedra... y yo no empezaré la lapidación, puesto que aquí, en el "tolerante" Principado, también pecamos de prejuicios. Inconscientemente, creemos que los catalanes somos más avanzados (social, cultural, económica y políticamente) que, sin ir muy lejos, los andaluces. Constantemente pensamos que solo se dedican a vaguear, a cobrar el paro (o el PER) o irse de romerías y ferias de abriles. Ni tanto ni tan poco, ni calvo ni dos pelucas. Claro queda.

Pero ahora, ¿quién paga el desprestigio de las hortalizas españolas? ¿Debe ser la Unión quien sufrague los perjuicios de los prejuicios alemanes? ¿Podemos obligar a la sociedad alemana a indemnizar a los agricultores? ¿Una sociedad alemana que cree firmemente que ya está pagando el pato de la crisis de los PIGS? ¿Les importa un pepino, el destino de un producto español?


2 comentarios:

  1. A mi em dóna la impressió que fem una passa endavant i dues enrere i potser sense nosaltres voler...així mai sortirem de la crisis...
    Per cert...la foto... fa una mica de grima...ecuts! :P

    ResponderEliminar
  2. Ja, aquí la Merkel no surt gaire afavorida...

    ResponderEliminar