miércoles, 20 de julio de 2011

La (no) importancia del nombre


Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

La importancia del nombre de un producto, fabricante o incluso persona es, sin duda, relativa. El uso de un determinado nombre para una empresa es, si cabe, más azaroso que meditado. Es más, tal vez la espontaneidad se premia: Fontanería Pepe, a pesar de su simpleza, puede tener más éxito que The Radical Fruit Company. Con todo, me fascina cómo hay veces que, sin que el gran público lo note(mos), cuadra a la perfección un fabricante y su producto.

La marca automovilística Volvo es un ejemplo de gran casamiento entre empresa y producto: Volvo significa en latín “yo ruedo”, es decir, la primera persona del singular del verbo rodar. La verdad es que el nombre le viene pintado, pero no se acaba de entender que se use un idioma (casi) muerto para bautizar a una empresa relacionada con lo que podríamos decir tecnología. Pero el uso de idiomas clásicos para el nombre de una compañía no solo se usa en el sector automovilístico (fabricantes, pero también modelos: Micra, Clío, Focus, Civic, Fabia…), sino que va desde multinacionales deportivas (Nike es “victoria” en griego) a marcas de refrescos (Aquarius era el encargado de un acueducto en la antigua Roma).

Siguiendo en el sector del motor, otro caso de latinización de marcas de vehículos la encontramos en Audi. Literalmente, Audi significa “escucho” (no era difícil adivinarlo), pero la relación entre escuchar y conducir se me escapa, como se venga a referir a el mucho o poco ruido que produce el motor. Este caso, el de Audi, se debió más a que su fundador, un tal Horch, no pudo ponerle su nombre a la marca por temas judiciales, y decidió traducir su apellido al latín (se ve, y los que dominan el alemán lo podrán contrastar, que Horch no deja de ser escuchar)

Otro caso que pasa sin pena ni gloria es el fabricante de coches español por excelencia: SEAT. El acrónimo significa “Sociedad Española de Automóviles de Turismo”. Siempre hemos sido los más originales de los europeos… Ahora, esta marca es parte de otra empresa alemana, Volkswagen, que (como ya es conocido) significa “coche del pueblo”, y cuyo nombre tiene sus orígenes en pleno inicio del mandato de Hitler. Este dictadorzuelo encargó a un austríaco, Ferdinand Porsche, la construcción de un utilitario para la clase media alemana. Años antes, Porsche ya había trabajado con otras empresas alemanes, tales como Mercedes-Benz

Curioso el caso también de Mercedes-Benz. Su fundador, Karl Benz, se alió con su principal competidor, Daimler, y fusionaron ambas empresas. A primeros del siglo XX, Daimler había fallecido, y ocupó su puesto en la empresa otro fabricante germano llamado Emil Jellinek, cuya hija era conocida cariñosamente como Mercédès… Al final, Emil impuso el nombre de su hija en el nuevo modelo de coche de la empresa, debido en parte (dicen…) a la colaboración de Mercédès en la elaboración de las características técnicas del vehículo.

Los alemanes, auténticos pioneros en el mundillo del motor, tampoco se rompieron mucho con el nombre de la marca BMW, Bayersiche Motoren Werke, es decir, Fábricas bávaras de motores, como tampoco lo hicieron con Opel, fundada por Adam Opel. Los franceses, en cambio, eran más dados al típico chovinismo galo, mezcla de orgullo patrio y falta de humildad, y todos los nombres de sus marcas provienen de sus creadores. Así, tenemos a Louis Renault, André Citroën y Jean-Jacques Peugeot.

Para acabar, más curioso es el caso del fabricante japonés Toyota. A parte de que su nombre es casi un palíndromo (“a Toyota” sí que lo sería), su nombre proviene de la ciudad nipona de Toyota, en la prefectura de Aichi. La gracia es que su fundador se llamaba Kiichiro Toyoda (sí, con de) pero, en vez de darle su nombre a la marca, prefirió ponerle el de su ciudad. Por el contrario, el otro gran fabricante japonés Nissan debe su nombre al acrónimo “Nippon Sangyo”, que significa “industria japonesa”.

Por último, un aparte sobre SEAT; es muy común que sus modelos se apelliden con el nombre de una ciudad española: Córdoba, Ibiza, Toledo, León… Lo que me hace recapacitar es que, estando su principal fábrica en Martorell, no se hayan dignado a bautizar ningún modelo con un topónimo catalán. ¿No sería bonito un SEAT L’Hospitalet, por ejemplo? O, para hacerlo más moderno, ¿qué tal SEAT Hospitaletum?

2 comentarios:

  1. Pere:
    Jo crec que un Seat Martorell o un Seat Viladecans no vendria massa bé! Amb tot el respecte cap a martorell i viladecans. suposo que tot es acostumar-s'hi!
    Per cert, t'has deixat de parlar de la gran fabrica de cotxes, els americans tb són egocentrics, mira ford, dodge, lunic que no General motors!

    M'ha agradat aquest article, mes relacionat amb la marca que am el cotxe :)

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  2. Tens raó, els americans s'emportarien el premi d'egocentrisme, però empatats amb els gavatxos ;)

    Igualment, crec que la decissió de posar un nom catalá o no a un model de SEAT és una qüestió política, y no de màrketing.

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