miércoles, 13 de octubre de 2010

Eurovisión deportiva

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Cuando era (más) joven, iba cada invierno, allá por el día de los Inocentes (extraña coincidencia), a ver el partido de rigor entre la selección catalana de fútbol y un combinado de otro país. Un año fue Nigeria, otro Yugoslavia, otro Lituania... incluso firmé en su momento para que hubiera selecciones catalanas!

Pensaba (ingenuo de mí) que, habiendo selecciones escocesas, galesas y otras naciones-sin-estado-pero-con-ansias-de-tener-uno-aunque-sea-pequeñito, pues bien podría haber una que representara Catalunya. Años después, hubo el follón de Fresno y pudimos decir, entre pataletas y cops de falç, que si no teníamos selecciones era por culpa de la España centralista y opresora (que viene a ser verdad, y coherentemente lógico, porque nadie tira piedras en su propio tejado, salvo que se te haya colado una pelota en él y quieras recuperarla. O que haya un gato en celo maullando toda la noche, y pienses que dejará de dar por el ojete a base de acertados lanzamientos de pedruscos; pedruscos que te acaban, inevitablemente, rompiendo un cristal, o peor, la antena de la tele, y te pasas la noche en vela, con el gato maullando y sin ver la teletienda pa' coger el sueño).

Total, que hoy ya no pienso así. Tanta eurocopa, mundial, amistoso, idas y venidas de jugadores, lesiones sin contraprestaciones, clubes a cuadros, chupópteros federativos, FIFA Power y otras mandangas, me han dejado tan mal cuerpo que es oir la palabra "selección" y me dan ganas de arrojarle piedras al gato que maulla. Y mira que me caen bien, los condenados felinos!

Son ganas, las de unir a jugadores (trabajadores de una empresa, no lo olvidemos) por países y hacerles competir para ver qué país la tiene más grande (la afición), como si eso significara que uno es mejor que Luxemburgo por meterle una goleada, cuando en verdad es al revés, visto que tienen una renta per cápita tres veces mayor que los (in)habitantes de este nuestro país.

El deporte y, con él, la competición, vivió su eclosión en la Grecia Clásica: allí se premiaba a los deportistas, a los atletas, pero no a la ciudad o región helénica que representaban. Claro que era un orgullo para los compatriotas del ganador, pero no había tan claro enfrentamiento entre "entes supranacionales" como lo hay hoy. Incluso actualmente, en las Olimpiadas modernos, los medalleros se ordenan por países, y no por deportes; se honra a una sigla o estado, y no al deportista, auténtico protagonista del evento. Para confrontar naciones, ya están las guerras (y suerte que son cruentas, las guerras, porque sino, nos aficionaríamos a ellas)

Pero vayamos al mundo laboral por un instante. Imagínese el personal que se posee una empresa de, digamos..., ingeniería. Un dia viene un empleado y le dice que hoy no curra, que le ha llamado la Administración Estatal para hacer un trabajillo, y que ya vendrá, que qué se le va a hacer, que es su obligación patriótica, y que no le espere despierto. Al cabo de una semana, el mismo trabajador, y tal vez un par más, vuelven a encontrarse en la misma situación. Y usted, el propietario, como dice el dicho catalán, cornut i pagar el beure. Yo soy el dueño, y mando a esos trabajadores patrióticos a freir espárragos, o al tejado, a esperar pedradas oyendo al gato que maulla.

No sé, qué queréis que os diga, a mí me da que todo esto es como Eurovisión, pero con deportistas: cutre y anticuado, mezclando deporte y política, geofísica y competición. Es tan parecido que en ambas, incluso, sale Jimmy Jump. A ese sí que le tiraría piedras, aunque no maullara...

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