viernes, 1 de octubre de 2010

La nova canço, o cómo ser amigo de las artes

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Me he obsesionado, sanamente, con "Els Amics de les Arts". De hecho, mientras escribo, no paro de escucharlos, una y otra vez, disfrutando de sus melodías pegadizas, sus letras, mezcla de costumismo (o costumbrismo) y humor, tristeza y realidad. Auténticas joyas que me sorprendo de no haber descubierto antes, que ya llevan tiempo publicadas y yo, en babia.

"Els Amics de les Arts" supone una ventana abierta, una nueva aventura de la música en catalán. Coinciden en el tiempo grupos tan variados del mundillo indie popero como "Manel", "Mishima", "Cesc Freixas" o los minimalistas "El Petit de Cal Eril", esos leridanos, con el accento marcadísimo, con ese temazo (Els Gats 2), con un estribillo tan... "que no val la pena viure a Barcelona per tenir-hi un gat". Ruralmente melancólicos, vamos.

Para aquellos del área metropolitana que no nos tocó tan de cerca, en nuestra juventud, la eclosión del rock catalán de los 90, con "Sopa de Cabra", "Els Pets", "Lax'n Busto" o "Brams", ahora aparece una oportunidad de disfrutar de una nueva hornada, tras la sequía de primeros del XXI, de música catalana. Pero no sólo les une el idioma, también creo notar cierto aire de cotidianidad, de expresión musical de la rutina, de lo tangible. No se canta a amores imposibles, ni a utopías de ensueño; se canta al día a día, se decribe lo que sucede en una jornada normal, en un paisaje normal, con un amor normal. Normalmente cotidiano, rutinariamente cercano, todo adornado con unas gotas de humor (que es lo que nos pone a los catalanes...)

Francamente mancos de referentes musicales, los catalanes nos conformábamos con otras muestras de cultura (que no es poco), exportando a nuestros cómicos y actores, pintores y escritores, que siempre parecen tener que cruzar el Ebro para lograr cierto reconocimiento (cainitas de nuevo). Pero parece que comienza a cambiar; ante el hartazgo por la baja calidad de la música hispánica, y asqueados ante una saturación de acordes anglosajones, la música catalana encuentra y explora una tercera vía, y el público, y no sólo el catalanohablante, responde positivamente.

Esta es la gran diferencia ante el boom del "rock català" de los 90; penetra en todas las capas sociales, en toda la geografía, en todas las mentes, hablando de tú a tú sobre (a veces lo parece) nuestras propias vidas. 

¡Larga vida a la cultura!

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