jueves, 30 de diciembre de 2010

Una victoria pírrica

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Hablaré hoy de una expresión bastante común en nuestra habla cotidiana, y que proviene de la época de la dominación romana. Es decir, que lleva en nuestra vida más de 2.000 años, y aún se usa!

Es la expresión "victoria pírrica". Se utiliza normalmente para indicar una victoria teórica que a la postre se convierte en una derrota en la práctica. Pongamos un ejemplo futbolístico para tal expresión. Imaginemos que el Barça juega una eliminatoria de Copa del Rey contra un equipo de segunda B, y gana por la mínima y se clasifica para la siguiente ronda, pero los lances del juego hacen que los culés pierdan varios jugadores por lesiones o sanciones. Sería, pues, una victoria pírrica.

¿Pero de dónde viene esta expresión? Obviaremos la gran mayoría de fechas y de nombres de los personajes implicados, para hacer más ligera la digestión de la información (es decir, será una ensaladita en el opíparo banquete de la historia).

Pirro, en el 280 a.C., rey de Epiro, región de Grecia, era un gobernante ávido de conquistas y triunfos. Su gran objetivo era convertirse en un nuevo Alejandro Magno, y dominar todo el mundo conocido. Después de varias campañas en su natal Grecia, aprovechó una oportuna excusa para fijar sus ojos en la naciente República Romana.

Roma, en esa época, dominaba solo el centro de Italia. En el sur, en lo que conocemos como la bota de Italia, se erigían ciudades-estado y colonias griegas. Los romanos, que eran como los americanos de entonces, deseaban esas ricas tierras para gloria de la República. Los griegos de Italia, más inclinados a los placeres terrenales que a las luchas guerreras, pidieron auxilio a su compatriota Pirro. Éste, que era una gran general, pero muy impaciente, embarcó sus miles de tropas (y varios elefantes), y se apresuró a cruzar el estrecho entre Grecia y Italia, aún sin esperar a que las fuertes tormentas amainasen. Sus barcos se dispersaron y tardaron semanas en llegar las naves supervivientes al puerto de Tarento.

Los romanos, que no eran ociosos, prepararon sus legiones a consciencia, y se pusieron a la defensiva. Pirro atacó a los romanos en la batalla de Heraclea con todo lo que tenía en sus manos: siete veces atacó la caballería griega, y siete veces fue rechazada por las legiones romanas. Pero Pirro tenía a sus elefantes en la recámara: los hizo avanzar en estampida y consiguió por fin que los romanos se retiraran.

Las pérdidas en ambos bandos fueron enormes: 15.000 romanos muertos o capturados (de cerca de 20.000 romanos y otros 20.000 aliados que combatieron), y 13.000 griegos muertos o capturados (de una cifra similar de soldados). Pirro esperó a sus refuerzos e inició el avance hacia la ciudad de Roma, no sin antes decir "otra victoria como esta, y me vuelvo solo a Epiro".
A dos días de Roma, viendo que no tenía suficientes tropas para enfrentarse de nuevo a las recién creadas legiones romanas (que, sorprendentemente, fueron capaces de sacar hombres de debajo de las piedras), Pirro tuvo que retirarse hacia el sur de Italia. En su persecución, varios miles de romanos le pisaban los pies, y finalmente lo obligaron a entablar batalla. Ganó de nuevo Pirro, gracias también a sus elefantes, pero otra vez las pérdidas fueron demasiado grandes.

Viendo su situación, pidió una tregua a Roma, pero ésta se la negó: el Senado romano declaró que la guerra continuaría hasta que Pirro se fuese de Italia (eran unos cabezotas de cuidado, estos romanos). Advirtiendo que las ciudades aliadas de Italia le iban dejando en la estacada, Pirro se retiró a Sicilia, donde los cartagineses luchaban contra la ciudad griega de Siracusa, de donde pretendía conseguir dinero y tropas. Venció a los cartagineses, y éstos le propusieron una alianza contra Roma, pero Pirro la rechazó (era un vanidoso, qué le vamos a hacer...). Volvió de nuevo a Italia, donde los romanos continuaban atacando a los griegos del sur.

Allí se enfrentó el rey de Epiro por última vez a la República Romana, en la batalla de Benevento: aunque fue una lucha donde no hubo vencedor, los romanos consiguieron neutralizar a los elefantes griegos a base de flechas incendiarias, que hicieron que los grandes animales se volvieran locos y atacaran a amigos y enemigos. Pirro volvió a perder a demasiados hombres.

Finalmente, Pirro tuvo que volver con el rabo entre las piernas a Epiro, a pesar de no haber perdido ni una sola batalla contra Roma. Así, la República consiguió dominar el sur de Italia y comenzar su etapa de expansión por el Mare Nostrum, como lo rebautizarían años después.

Pirro, en una de las batallas contra Roma, admiró que todos los soldados romanos abatidos hubieran muerto de cara y con la espada en la mano. Y dejó para la historia otra frase: "Yo, con estos hombres, hubiera conquistado el universo"

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