martes, 7 de septiembre de 2010

Celestino de vuelta

Hola Lector(es) y/o Lectora(s)

Se las prometía muy felices, Celestino Corbacho. Habiendo ganado todas las municipales en L'Hospitalet, incluso con mayoría absoluta, siendo el alcalde con el porcentaje de votos más alto de toda el área metropolitana (de L'Hospitalet, claro está), bien le valieron sus éxitos para su nombramiento como Ministro de Trabajo e Inmigración.

Celestino, que siempre fue por libre dentro del PSC (ni maragallista, ni montillista, ni otros -istas), creyó que había llegado su momento de desembarcar con fuerza en la Meseta, verdadero centro de poder. Más que por "Trabajo", su objetivo estrella era iniciar un nuevo modelo de gestión de la inmigración en España, avalado por los resultados positivos de su ciudad (L'Hospitalet, con barrios enteros donde la inmigración supera el 35% de la población, no ha tenido ni un brote racista, ni se ha enguetizado, ni se vislumbra ningún partido xenófobo; tomen nota, ciudadanos de Vic, Cervera o Salt. Tomen ejemplo, que lo suyo no es para tanto). Esa era su gran baza, su combustible en la carrera de la popularidad para, quién sabe, incluso optar a suceder, algún día, a su Presidente Zapatero.

Pero, cual lechera actual, se dió con un cántaro en los dientes al surgir, así, de repente, la crisis económica. Y venga a subir el paro, venga huelgas y recortes sociales. Así cualquiera conquista el cariño y respeto de la gente, pensó Celestino.

Y de ahí que vuelva a Cataluña. Si en España lo tengo crudo, piensa el eterno Alcalde, en Cataluña aún puedo tener tirón electoral.

Pero su maniobra va más allá de una vuelta a casa por Navidad. Es una ejecución estratégica de alto calado. Primero, porque sabe (como todo Diós) que Montilla perderá las próximas elecciones a la Generalitat, hecho que lo obligará (si es que aún existe coherencia) a dimitir de sus funciones. A rey muerto... Celestino se ofrecería, cómo no, a suceder a Montilla como secretario del PSC y, claro, también como candidato a la Generalitat.

El porqué él es una alternativa a la sucesión es clara. El sector catalanista del PSC (que no existe, aunque se nombre una y otra vez) ha arrojado la toalla con la retirada de Castells de las listas parlamentarias. La Consellera Tura, presumiblemente número 2 por Barcelona, no tiene apoyo en el partido, dominado por los paladines de la Área Metropolitana (el cinturón rojo) y sus cardenales ateos Zaragoza e Iceta. Por tanto, un candidato visto con buenos ojos por el aparato del partido es la única solución. Véase, pues, a Celestino Corbacho.

En su día, cuando hubo la traición a Maragall dentro de su partido, Montilla, secretario mandamás, llegó a un acuerdo con Corbacho, que recordamos que iba por libre. El ex alcalde de Cornellà se quedaba con la Generalitat, y Corbacho se quedaba la Diputación de Barcelona, amén de potenciar L'Hospitalet (o alguien se creé que la Ley de Barrios, la Ciutat de la Justícia, la Fira, etc., se concedió por nuestra cara bonita?) a cambio de que el de Hospi se mantuviera quietecito y no moviera ficha.

Pero el movimiento más interesante de Corbacho ha sido dejar a la Chacón, (in)flamante Ministra de Defensa, en pleno fuera de juego. Él ha escogido, antes que la de Esplugues se adelantara, el dejar el gobierno para ir, de número 3, en las listas del PSC. La Chacón era (y es) la auténtica rival para suceder a Montilla. Y si el aparato del partido no se opone, Corbacho será el elegido, cuando los idus de Marzo (léase Noviembre) se produzcan, para tamaño puesto de poder. Poder periférico, pero poder, al fin y al cabo.

En el juego de tronos, o se vence o se muere (Grande Cersei!). Y Celestino, el eterno alcalde, ha decidido vencer. Tiempo al tiempo...

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