martes, 30 de noviembre de 2010

Crónica de un espectador, o cómo viví mi segundo 5 a 0

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Ayer fui uno de los 98.000 afortunados que pudo ir al Camp Nou. Con frío y lluvia, aunque ninguna de las dos en exceso. Salimos de casa, mi padre y yo, con lo puesto y sin paraguas (pues no lo llevamos al campo, porque es un elemento muy molesto, sobre todo para los que se sientan en la localidades de detrás). Decidimos que, al entrar al campo, ya nos podríamos los chubasqueros, unos plastiquillos a modo de parapeto.

Al sentarme en mi sitio, entre apretujones y saludos, poniéndome la capucha de tal manera que no perdiese demasiado ángulo de visión, no me di cuenta de que el partido ya llevaba un minuto jugándose. Entonces, miré hacia el campo, vi al inmundo CR7, y mé dije que esto ya iba en serio, que debía concienciarme que estaba viendo un Barça - Madrid, que nos jugábamos mucho, y que no era plan de estar lamentándome por mojarme (pues el chubasquero, increiblemente, no tenía mangas largas).

Dio la impresión que el Madrid achuchaba al principio, pero rápidamente el Barça comenzó a controlar el partido. Y vi cómo los merengues se arrugaban, se echaban hacia atrás, como cuando Juande Ramos y Pellegrini, y cayó pronto el primero. Y comenzó el festival; ya no me pude quitar la sonrisa de la cara durante el resto del partido. Embelesado, atónito, atontado, como estar viendo una y otra vez un video del youtube gracioso, sin poder desviar la mirada; pase, pase, toque, toque, y los blancos viendo la pelota pasar. Había veces que el juego se desarrollaba tan rápido que incluso al espectador le costaba seguir la pelota.

No vi bien el feo de Cristiano a Guardiola. De hecho, no vi nada, salvo la tangana y la posterior targeta a Víctor Valdés; me enteré diez minutos después que CR7 había empujado el míster culé. Es lo malo de estar en el otro lado del campo, y no poder ver repeticiones. Lo bueno es que le dije hijo de puta en la cara a ese gran jugador de fútbol, mal profesional y compañero, y peor persona, que es el portugués.

Tampoco vi el segundo gol. Estaba distraído, y me levanté tarde del asiento. Sí que vi cómo le entraban feamente a Messi, como Carvalho le recriminaba de malas maneras que se levantase, y cómo le daba después, entre impotencia y rancunia, un codazo en plena cara. Y cómo, aún no me lo explico, el árbitro amonesta con amarilla a Messi, por simular (?) agresión. Aquí escuché por primera vez a todo el campo gritar: "Así, así, así pierde el Madrid" Así pierde un grande: pierde el partido, y pierde los nervios.

Recuerdo la expresión de CR7 en el segundo gol: hartazgo, impotencia, rabia, engreimiento. También me fijé en Sergio Ramos cuando, después de varias acciones donde le habían hecho correr, Abidal comienza a subir la banda (mi banda) para acabar centrando, y Ramos le intenta seguir a marcha forzada. Su cara, su mirada, sus bufidos de cansancio decían gráficamente: "No puede ser. No puede ser verdad. Yo estoy hecho polvo, y ellos no paran de correr. No puede ser. Somos el Madrid y nos están toreando. No puede ser verdad"

Atípico partido, fue la primera vez que, en el descanso, entramos en los túneles interiores, más que nada para resguardarnos del frío y de la lluvia. Mi padre me comentaba que hoy les caería un carro, al Madrid. Yo pensaba en que aún podía ganar la porra, pues había apostado por un 4 a 2. A la gente se la veía exultantemente tranquila, relajadamente contenta.

Tal como empezó la segunda parte, volvió a llover de nuevo. Pero daba igual; todo continuaba como en la primera mitad, y el Barça dominaba, humillaba, a puro placer. El Madrid era como un juguete roto en manos culés. Vi caer el tercero, a pies de Villa. (Por cierto, mi banda estuvo muy, muy encima de Villa. Lo veíamos constantemente solo, desmarcado, y cómo parecía que los jugadores del Barça no le pasaban la pelota. Gritamos a Alves, Xavi y a Iniesta, para que le pasasen más la pelota a Villa. El Camp Nou le protege, veremos cuánto dura la venia). Al poco, Villa marcó el cuarto, callando bocas, y desatando la pura euforia, la locura en el campo.

Aquí el público se dejó llevar: hicimos la ola (incluso yo, que me niego a hacerla si no es que hemos ganado un título), enviamos a Mourinho al teatro, y le pedíamos que saliera del banquillo, dijimos que esto era, cómo no, un chorreo... Y la lluvia cesó, y la resistencia merengue desapareció, y surgió su rabia, sus faltas a destiempo (Arbeloa, Marcelo, Xabi Alonso...), su chulería e impotencia (Sergio Ramos...), y llegó también el quinto gol, toda una reafirmación del modelo de cantera culé.

En el campo se vive diferente. No tienes repeticiones de las jugadas, ves las reacciones de los jugadores en vivo y in situ, no puedes verlo todo, pero lo que decides ver, lo ves perfectamente. Oyes los golpes, a la pelota y a las piernas, escuchas los comentarios de los jugadores, envías recuerdos a la madre del linier, y, sobre todo, puedes levantar el dedo del medio cuando ves que CR7 te está mirando. A ti, solo a ti. A apenas 7 metros te puede oir perfectamente como le dices: Burru! Tontu! Xulu!

Te desahogas, te liberas, te abstraes de la realidad tan solo durante dos horas, pero es una sensación irrepetible: fundirte en la alegría, en la catarsis de la masa, disfrutar del circenses romano... Ahora solo nos falta el panem.

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