miércoles, 17 de noviembre de 2010

De partidos, o quién es quién: ERC

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Otro capítulo del quién es quién político, turno para los republicanos.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC): Tienen síndrome de joven de la cantera del Barça, eterna promesa, que nunca acaba de despuntar, los republicanos se enfrentan a una auténtica debacle de votos. La proliferación de partidos minoritarios pro-independencia y la, creo yo, desesperante manía de priorizar l'Esquerra a Catalunya, pueden costarle la mitad de sus actuales escaños.

Joan Puigcercós, cainita puro, se presenta a esta dura prueba después de cargarse a los Carod-tistas y expulsar al sector más radical, reagrupado. Intenta volver a la ya cansina equidistancia entre convergentes y socialistas, por si hay alguien que aún pique, mientras que por el otro lado trata de ser el centro del debate, acusando a madrileños y andaluces de no pagar impuestos (¡cómo si alguien puediera pensar algo así...!).

Puigcercós, que es más listo que el hambre, cuando el hambre le agudiza, juega la carta de mártir, víctima de la prensa mesetaria, que tan buen resultado le dió a Carod-Rovira. La diferencia de entonces es que ahora Puigcercós no es el más malote de la parrilla de salida, Jan mediante, y que la sombra de Josep-Lluís llega, de largo, a la China Popular.

Suyo es el voto independentista urbano, y el catalanista rural de izquierdas (los de la ceba). Viendo su éxito en las Autonómicas de 2003 (23 escaños), y en las Generales del 11-M (600.000 votos, 8 escaños), creyó que era posible conquistar el Cinturón Rojo, feudo socialista, con un mensaje más proletario. Pero..., ¡oh, sorpresa!, les salió rana, y se (la) metieron de lleno en la pendiente. Desde entonces, van de capa caída, y creen que en estas autonómicas pueden tocar suelo.

Porque a quienes perdieron, intentando conquistar espectros, fueron a los que votaban a ERC por ser, simplemente, independentistas. Y porque, siendo pragmáticos, preferían fer país a no cremar esglésies (para eso ya hay otros partidos). Los votantes perdidos creían que la meta era una, y que no valían distracciones a derecha e izquierda, pues primaba por encima de todo el fin último.

Pero a ERC, lo que les sabe mal no es perder escaños; lo que les sabe fatal es perder su parcela de poder, su silloncito, su coche oficial y sus dietas. Volver a ser un simple parlamentario, después de degustar las mieles del poder, debe ser frustrante. Pues... que se vayan acostumbrando.

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