sábado, 6 de noviembre de 2010

La visita pastoral

Hola Lector(es) y/o Lectora(s),

Como ya se aventuró en este blog, las protestas por la visita del Papa a Barcelona se han hecho notar, aunque a penas fueron 3.000 persones las que se movilizaron en la Plaça Sant Jaume. Lo que no pude prever es que el argumento más esgrimido en la protesta fue el coste de la visita del Sumo Pontífice; la friolera de 700.000 euros que ha tenido que pagar la Administración local.

En época de crisis, cualquier gasto, aun necesario, es visto como poco más que un derroche o despilfarro, a pesar que este gasto sea más una inversión. Pero se podría buscar consuelo, cual tonto, en que la visita del Papa a Valencia, hace cuatro años, costó 10 veces más, si hacemos caso a declaraciones de Jorge Alarte, mandamás del PSPV. Alarte, como justificación a este desequilibrio entre los costes catalanes y los valencianos, explica que tal vez en la Ciudad Condal se han contratado a empresas honradas... Es decir, que parece que al sur del Ebro la corrupción campea como el Cid; a sus anchas.

Y los críticos, haciendo de auténticos contables (ríanse los laportianos con su Due Diligence...), arguyen que, siendo la visita papal de tipo pastoral, y no oficial como Jefe de Estado, los costes deberían ser asumidos exclusivamente por las Diócesis catalanas, y no por el Gobierno. Me convence este argumento, pero pedería que esta gente también se queje cuando, por ejemplo, la Administración se hace cargo de los costes de la seguridad en eventos multitudinarios, tales como conciertos, festivales, o incluso partidos de fútbol. ¿Es que los impuestos de los ateos deben pagar la visita del Papa? ¿Es que la gente que no le guste la música o el deporte deben financiar estos eventos?

Peor aún; ¿cuánto cuestan las cabalgatas de Reyes? ¿Y las cabalgatas del Barça, celebrando sus victorias? ¿Cuánto cuesta la Vuelta a España? ¿Cuántas calles se cortan, y cuánta gente se ve afectada por estos eventos? ¿Y por qué no asistimos a campañas virulentas contra estas "anormalidades"?

Fácil respuesta: España (y Catalunya, por extensión, y por exageración) es, a la vex, puritana y anticlerical. Se santifican iglesias, a la vez que se queman. Se defiende la laicidad del Estado, pero se conserva un Concordato con la Santa Sede muy beneficioso para la Iglesia. Durante nuestra historia, podemos observar que la Iglesia ha tenido una influencia y un poder inmenso en la toma de decisiones de estado; más aún, con la connivencia de Franco, gobernó durante 40 añis, por la Gracia de Dios. Las desamortizaciones de las propiedades eclesiásticas, reminiscencias de la época feudal, no ser realizaron hasta 1836, Mendizábal mediante. Y todo ello pesa en la (in)consciencia colectiva.

Por otro lado, desde la (ultra)derecha más mediática, se critica a Zapatero por no acudir a la misa del Santo Padre en la Sagrada Familia, cuando sí que acudió a un acto religioso en su visita a Washington para bajarse los pantalones... perdón, para visitar al amigo Obama. (Hoy, criticar a Zapatero, es gratis... es decir, una tentación para un catalanito). No se puede ser laico en casa y confesional a domicilio.

Pero no le critico por sus motivos religiosos, yo le critico que no venga por el hecho de que se consagra un monumenot excepcional en el mundo, un auténtico patrimonio artístico catalán (y por ende, español), una magnífica edificación capaz de atraer a millones de turistas, y a sus carteras con ellos. ¿Alguien imagina a Sarkozy no yendo a un evento similar en Notre-Dame? ¿Cómo podemos tolerar que, en épocade crisis, ni siquiera el Presidente del Gobierno apoye con su presencia a este imán cultural, a esta genialidad humana, a esta maravilla del mundo? Ni que en España sobraran ejemplos similares...

Pero, como siempre, en este país de pandereta, de chiste continuo, de chapuzas y enchufes, nos quejamos de la superficie y no del (tras)fondo, y nuestro Presidente sólo verá al Santo Padre en el hangar del aeropuerto, minutos antes de su partida, para decirle adiós. El mensaje se podría confundir; Zapatero va a despedirlo, o a asegurarse de que se va. ¡El hombre de los gestos no hace nada por casualidad, navegantes!

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